Una nueva idea me propuso Nacho Ibarra para martirizar a mis alumnos y a todos aquellos que quisieran leerme un rato.
LA INFANTILIZACIÓN DE LA SOCIEDAD, guau, menudo tema.
Cuando uno trabaja de profesor en un instituto tiende a perder, en algunos momentos, el sentido del tiempo. Y me explico.
Las personas con otro perfil profesional tienen compañeros que les acompañan durante un largo tránsito de tiempo, se conocen, intiman y envejecen juntos. No tienen por qué estar toda la vida juntos, pero durante ese tiempo, la edad que uno tiene se ve en proporción con la que el resto de sus compañeros. Si entraste con 25 años a trabajar y tus compañeros tenían 35 y 52 años, al cabo de 10 años tú tienes 35 años y por supuesto tus compañeros han pasado tener 45 y 62 años.
En un negocio como la EDUCACIÓN eso es difícil.
Primero, porque tus compañeros son una comunidad muy volátil. Tenemos definitivos, expectativas, en comisión, interinos, desplazados y suplentes. Vamos, coincidir con un grupo más de 10 años es de INSTITUTO CLÁSICO (de los de toda la vida) con plantillas muy estables, pero en la Comunidad de Madrid eso no se prodiga.
Segundo, porque la clientela siempre tiene entre 12-20 años. Eres un profesor que vas envejeciendo a lo largo de los años y tus clientes siempre tienen LA MISMA EDAD, LA MISMA ENERGÍA y por lo tanto te da muchos más problemas.
Todo el mundo quiere comparar las distintas generaciones que han pasado a lo largo de tu vida, las inquietudes que tenían unos y otros, los temarios que cada uno estudiaba, así como las asignaturas que se cursaron. Las distintas leyes que tuvimos y que comparamos, los exámenes y pruebas que realizaron y los accesos que tuvieron que soportar.